Abre una rendija de la puerta. Asoma el ojo. Comprueba que soy yo y me deja pasar.
—No le digas nada a
Jorge —me susurra al oído, con las manos en forma de cueva.
— ¿Nada de qué?
—No lo sé. Pero tú no
le digas nada.
Casa de las Conchas, Salamanca, 2012 |
yo no estaba, pero me acuerdo . . .
ResponderEliminarEscribe de una vez un libro, con muchas páginas, muchas.