1. EXTERIOR. FRENTE AL HOSPITAL.
NOCHE.
(3:42 a.m.)
Melchor camina desorientado.
Cruza la calle sin mirar. Un coche toca el claxon y el Mago sale corriendo de
la calzada, sin entender. Murmura algo incomprensible. Cuando se tranquiliza, mira
al cielo con los brazos extendidos, las manos abiertas.
MELCHOR
Por fin lo
encontré, oh, poderosa estrella Sirio; arropado con sábanas blancas y gigante
entre hormigas de ciudad. Fue difícil el camino. Recuerdo cómo aquel primer
Mesías se nos reveló sencillo tras el cansado viaje, en un pequeño establo de
Belén; rey de reyes; nacido entre animales de granja y adorado por pastores.
Éste; el segundo; entre paredes de ladrillo, perdido en un laberinto de
cárceles de piedra y asfalto; camellos de colores, sin ojos y sin joroba, que
echan humo por el trasero y gritan como trompetas. Lo encontré y me miró, ojos
de príncipe; y ofrecí mi presente.
Dudo sobre la
situación de los otros Magos. Espero, Sirio, que tu ayuda pueda guiarlos sin
problemas hasta el Salvador.
2. INTERIOR. HOSPITAL.
MATERNIDAD. NIDOS. NOCHE.
(7:16 a.m.)
Gaspar se inclina sobre una de
las cunas, en el centro de la sala. Sobre ella duerme un bebé vestido de
blanco.
GASPAR
Casi no llego.
Qué agobio. La túnica y la capa me resultan ahora tan incómodas… En este
hospital es imposible no perderse. Doce plantas de pasillos en todas las
direcciones, escaleras aquí y allá, ascensores sin nombre. Y ni un solo cartel
informativo. Perdóname, chiquitín. Porque para arreglarlo, cuando ya estaba
entrando en maternidad, el encargado de un centro comercial de moda me ha
confundido con el actor al que tiene contratado para representarme. Quería
llevarme con él. A repartir juguetes a los niños. ¡Cuánto me ha costado
convencerle de que no era yo! De que yo era yo y no el otro. Son estas ropas
persas, tan llamativas. Pero aquí estoy. Y aquí está mi regalo para ti.
Me pregunto
cómo les irá a los otros Magos. Ahora veo que Melchor lo ha conseguido, a pesar
de venir desde el desierto; él y sus anticuadas costumbres, él que no ha pisado
ciudad alguna. ¿Dónde estará nuestro joven amigo Baltasar?
(9:32 a.m.)
Llega el tercer Mago junto a la
cuna. Ni rastro de Gaspar. Hay un par de madres con sus bebés, una enfermera en
la esquina. El hombre coge la mano del niño, que ya despierto, sonríe y patalea
bajo la sábana.
PEPE “EL MAGO”
¡Mi niño!
Mira, nano. Un bibe. ¿Te gusta? ¿Sí? Está nuevecico. Lo he birlao aquí en
frente. ¿Tú sabes por qué a tu papá lo llaman Pepe “El Mago”? Pos mira: Papá es mago porque hace desaparecer las cosas
de los sitios, y luego aparecen en su bolsillo. ¿Lo ves? Mira cómo se ríe mi
nene. Pero, ¿qué es esta chulada de pulsera? Niño, ¡que es oro! ¿De dónde has
sacao tú esto? Alguno que se habrá confundío, seguro. Mira lo que pone: Mesías. ¡Bah! Esto lo vendo yo y tenemos
pa comprar comidicas y cosas buenas durante un tiempo, ¿verdad, guapo? Si no
fuera por la puta de tu madre… No le vuelvo yo a dirigir la palabra a la Mari. Dejarte solo, tan
pequeñico… Y todo pa irse con el canalla del Agustín. ¡Habrase visto! Y esta
bolsica, ¿qué es? Pero bueno, qué pestazo. Como en las iglesias. ¿A quién se le
ocurre meter esto en una cuna? Na, esto lo tiro yo a la papelera ahora mismo y
asunto arreglao. Mejor así, ¿verdad, Jesusico? Bueno… di adiós a los demás
nenes que nos vamos a casa. Que no se diga que no te enseño a ser educao, ¿eh? Mira
ese negro. Vaya pintas. Llega a toda prisa, sudao y vestido de rey Baltasar.
Ala, peque, vámonos.
Sagrada Familia, museo. Barcelona. 2011. |
Recuerdo perfectamente el precioso relato y el día que lo leíste. Lo pasamos bien ¿verdad? Te deseo lo mejor
ResponderEliminarPues sí. Lo pasábamos muy bien. Se echa de menos... A ver si cuando termine el máster me re-engancho. Muchísimos besos, mami literaria.
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